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Se considera infertilidad a la incapacidad para concebir después de un año de mantener relaciones sexuales regulares no protegidas.

La mayor parte de las personas que tienen este problema lo desconocen durante gran parte de su vida, ya que no se suele tener una repercusión física negativa. Este hecho se hace evidente cuando dichas personas intentan tener un hijo y, tras un período determinado, no lo consiguen. Algo que hasta el momento se desconocía se hace presente, y puede convertirse en un problema. Lo que determinará que esto ocurra será el deseo de tener un hijo, en concreto un hijo biológico.

Se estima que la tasa de infertilidad en España es del 17% de la población en edad fértil. Según datos de 2007, en torno a 800.000 parejas tienen problemas para tener hijos y 30.000 se someten a tratamientos de reproducción asistida.

En nuestra sociedad la procreación se identifica con un proceso voluntario. Se sobreentiende que cualquier persona que tenga dicho deseo puede alcanzarlo de una manera natural, es decir, la capacidad de procrear está presupuesta. El hecho de descubrir que, en el caso de las personas infértiles, este deseo no se puede alcanzar por métodos naturales puede provocar una profunda frustración.

La infertilidad suele conllevar un impacto estresante en la pareja, en ocasiones una crisis vital. El descubrimiento de la infertilidad supone una crisis importante en las personas implicadas. Implica una alteración en el plan de vida y el tener que tomar unas decisiones nada fáciles al respecto. ¿Lo seguimos intentado? ¿Renunciamos a tener hijos? ¿Lo intentamos con ayuda de la reproducción asistida? ¿Adoptamos?

La infertilidad, desde el punto de vista psicológico, se puede asociar con ansiedad elevada, depresión, baja autoestima, estrés, ira, sentimiento de culpa y pérdida de control de la propia vida.

El proceso de búsqueda de un hijo suele ser un hecho estresante en sí, que puede poner a prueba a cada uno de los miembros de una pareja y a la relación.

A nivel de pareja, cada una de ellas puede responder de una manera diferente. Es probable que aquellas parejas que presentan un buen ajuste y tengan una visión compartida del problema, sean capaces de afrontar de una manera más saludable dicha situación. Pero no siempre es así y, debido al proceso emocional que conlleva la infertilidad y los tratamientos de reproducción asistida, resulta necesario la integración de un psicólogo en estos procesos.

Si una pareja decide someterse a tratamiento de reproducción asistida, atravesará por distintos procesos emocionales en función de la fase del tratamiento en que se encuentren. Puede resultar muy útil la intervención psicológica a nivel individual, en pareja o en grupo.

Si finalmente la pareja no consigue tener hijos, es importante entender que se puede llevar una vida feliz sin ellos. De hecho no hay evidencias empíricas que demuestren que las parejas sin hijos sean menos felices que las parejas con hijos. Lo importante será conseguir un buen acomodo a la nueva situación y reforzar el afrontamiento y el bienestar de la pareja.

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